Yamilett Zapata Ventura se convirtió el domingo en el rostro del momento. Su historia no dejó a nadie indiferente. La mujer había dejado a sus tres hijos solos y a la mayor de los tres, de solo 9 años, le encomendó el cuidado de sus dos hermanitos. De entrada, parecía un típico caso de negligencia. De esos que se reportan a diario. Pero al conocer los detalles divulgados por Noticentro, muchas de las reacciones iniciales comenzaron a cambiar; afloraron matices diversos a la hora de evaluar lo que había ocurrido.
Sí. La mujer de 25 años había dejado solos a sus hijos en la casa. No, nadie ha aplaudido tal decisión. Pero comenzamos a entender el “por qué”. No se trataba de casos como el de aquella mujer que había dejado sus hijos solos para ir a verse con un interés romántico. Tampoco como el de aquella que dejó su hijo solo en la casa para irse de fiesta. Lo había hecho para ir a trabajar. y, con ello, garantizar su sustento. Laboraba en un hogar de ancianos, en horario nocturno. En el trabajo que le permitía llevar comida a la mesa de sus tres hijos. No recibía ayudas del Gobierno.
Tras la intervención policiaca, la mujer se exponía a cargos por negligencia y maltrato de menores. Pero tras un análisis del caso, el Departamento de la Familia decidió no prestar cargos en su contra. Quizá una consecuencia directa de ese contexto de su caso. Ella ya lo adelantaba en medio del arresto. “Hay gente que son malos de verdad. Busquen a la gente mala. ¿Por qué yo soy sola y tengo que trabajar por ellos, ¿verdad que sí?”.
Estoy seguro de que Yamilett no está sola en sus circunstancias. Es migrante. Madre que carga la totalidad del peso de los afectos y los enormes retos de la crianza. Porque de la figura paterna no se habló nada en la investigación. Mamá les dejó solos, pero, ¿y papá? ¿Qué papel juega en el proceso de crianza? ¿de qué manera se involucra en el cuidado de los niños? Y no hablo solo de pasar pensión (si es que lo hace).
Yamilett, como otras tantas, tienen que cargar -sin ayuda- el peso del hogar familiar. No ha optado por recibir ayudas económicas del Estado. O, quizá, no ha cualificado para ellas. Y trabaja de noche, porque es la realidad que le ha tocado.
Yamilett tiene 25 años y ya tiene una niña de 9, lo que implica que la tuvo siendo a penas una adolescente y, a saber, bajo qué circunstancias. Es migrante. Y ello, en sí mismo, trae a la mesa una enorme lista de factores que añaden a la carga pesada de materna sola tres niños.
Ninguno de esos elementos elimina el hecho de que dejar solos a tres menores puede ser constitutivo de maltrato. Pero precisamente el análisis de esos factores debe ser suficiente como para obligarnos a evaluar el caso fuera de nuestros privilegios personales, “Yo no dejo a mis hijos solos”, pensará usted. Y con toda razón. Pero, con toda probabilidad, sus circunstancias de vida no son las de esta joven.
La evaluación de esas circunstancias debe llevarnos a entender que en un caso como este el encarcelamiento de la madre, que de entrada parece no haber incurrido en conductas que pongan en riesgo la integridad física de sus hijos, probablemente no habría aportado positivamente al bienestar de estos menores que no tienen otra mano que les sostenga. Ojalá el Estado ponga en sus manos (y ella sepa aprovecharlas) las herramientas necesarias para poder echar a andar de manera correcta la rueda de su vida. Esa que, es indudablemente, el reflejo de otras tantas.
¿Cuántas otras mujeres estarán en la misma situación? ¿Habrán recibido la orientación adecuada para saber que el Estado podría tener herramientas que pudieran ayudarles?
Juzgarles es fácil. Entender sus circunstancias y asistirles en la construcción de vidas saludables y plenas, bastante más complicado.