Saturday, November 23, 2024
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Magnífica oportunidad

Lloré, grité y celebré, como gran parte del país, el triunfo de nuestros baloncelistas el domingo pasado, ganando la codiciada boleta a las Olimpiadas que empiezan a finales de este mes. A mi juicio, no hay espacio para dudas sobre sus identidades nacionales y el trabajo realizado por ellos, su dirigente y la Federación de Baloncesto es digno de un gran aplauso.

Sin embargo, el histórico triunfo de los llamados 12 magníficos, es una gran oportunidad para que nos cuestionemos, otra vez, el estado de los programas nacionales de desarrollo en el deporte para nuestra niñez y juventud.

Como padre de dos jóvenes atletas, he observado -y lo he dicho en este espacio reiteradamente- una enorme desconexión entre los componentes sociales pertinentes al tema del deporte. Lo que quiero decir es que, no hay políticas publicas o un programa que unifique el currículo de educación física de nuestras escuelas (públicas y privadas), entrenadores especializados, clubes deportivos privados, grupos comunitarios, escuchas (scouts), federaciones deportivas y el Comité Olímpico. ¿Para qué? Para que haya un trabajo consistente que redunde en más eventos como el del pasado fin de semana y no tengamos que esperar 20 años para la próxima celebración nacional.

En cuanto al deporte, como papá y no como periodista (porque no cubro ese tema) considero que aquí en Puerto Rico cada cual anda por su lado y en general, el éxito de un niño o joven depende de la entrega de los padres en dedicarle mucho tiempo al desarrollo de sus hijos una vez se detectan los talentos. Son esfuerzos individuales que, en esta era, toman tiempo, constituyen grandes sacrificios y en muchos casos, dependiendo de la disciplina, cuestan mucho dinero. Si no lo creen, pregunten a los padres y familiares de algunas de nuestras estrellas en la historia reciente: Adriana Diaz, Bryan Afanador, Javier Culson, José Juan Barea, Mónica Puig, entre otros.

Aquí otro ejemplo vivo de lo que les hablo. En estos días hemos celebrado también, pero con menos resonancia, el desempeño en Francia de la selección de baloncesto U17, particularmente la actuación del joven Felipe Quiñones anotando 42 puntos en el partido en el que vencimos al país sede, en lo que constituyó la segunda anotación mas alta en la historia de esa competencia de la FIBA. Vi a Felipe desde pequeño y me consta del esfuerzo de vida que ha constituido para los padres el llevarlo al lugar en el que se encuentra. Sé que desde hace tiempo ya ven los frutos y a Felipe le espera un futuro grande en el baloncesto. Pero el mérito principal es de papá y mamá que entregaron cuerpo y alma al desarrollo deportivo de su hijo.

Eso no debe ser necesariamente así. Debe existir un plan de país para que, junto a los padres o tutores de nuestros niños y jóvenes, logremos identificar todos los potenciales atletas sin que ello dependa de otro criterio que no sea el talento que poseen. Una vez identificados, debemos tener políticas públicas que le faciliten a estos atletas todas las herramientas que necesitan para llegar hasta donde le permitan el máximo de sus capacidades.

¿Qué está haciendo para esto el Departamento de Educación y su programa de educación física? ¿Qué está haciendo para lograr este objetivo el Departamento de Recreación y Deportes? Son oficinas con dinero público que no parecen tener esto como prioridad en su agenda. Al menos eso es lo que se ve.

El domingo, después del juego, uno de los jugadores nacidos en la isla, Gian Clavell, agradecía a sus primeros entrenadores en el Club Bucapla. Bucapla, al igual que otros como el del Colegio de Ingenieros al que pertenece mi hijo en el baloncesto o Next Level del que es parte mi hija en el voleibol, son organismos privados que hacen un gran trabajo en el desarrollo deportivo pero que operan ajenos a cualquier agenda nacional que pueda existir en el tema del deporte.

Lo decía antes con el boom del BSN con la llegada de los reguetoneros. Aprovechemos estas coyunturas para poner el desarrollo deportivo en nuestra agenda al momento de formular políticas públicas. Es imperativo que nuestra clase política lo haga ya. De lo contrario, celebraremos entre décadas los éxitos de nuestros atletas, pero tristemente reconociendo que son éxitos como resultado de esfuerzos individuales y no de un trabajo colectivo.



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