Thursday, November 21, 2024
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Un debate entre imperialistas

“Estados Unidos también es un estado con un partido único pero, con la típica extravagancia estadounidense, tienen dos.”

– Julius Nyerere

Dos imperialistas entran a un bar. Se sientan. Uno acusa al otro de ser menos imperialista que él y así se la pasan toda la noche. Mas allá de tratarse de una broma de mal gusto, así lució el primer debate presidencial entre la candidata del Partido Demócrata, la actual vicepresidenta Kamala Harris y el candidato del Partido Republicano, el ex-presidente Donald Trump. Entre insultos, aseveraciones irreverentes y repetidos momentos de ofuscación por parte del ex-presidente, fueron muchos los temas que intentaron abordar ambos candidatos en poco más de cien minutos. Sin embargo, fuera de marcar algún contraste entre ambas figuras, dicho debate sirvió más para estrechar las supuestas diferencias políticas entre ambos aspirantes a la presidencia que para distanciarlos. Cual un juego de espejos, las posturas de ambos candidatos se vieron constantemente reflejadas entre sí.

Particularmente, uno de los momentos claves del debate en el que quedó al descubierto el gran entendido político que comparten ambos candidatos fue al exponer su posición respecto al vicioso asedio genocida israelí contra el pueblo palestino en la franja de Gaza. La vicepresidenta Kamala Harris, ni corta ni perezosa, se mantuvo ambivalente y tímida respecto al la viciosa masacre que sufren los palestinos a manos del estado de Israel. Al asumir su turno, sostuvo que el estado de Israel tenía derecho a defenderse pero que también estaba comprometida con la “reconstrucción y la revitalización social” de Gaza y el derecho del pueblo palestino a su libre determinación. A Kamala en mi barrio le dirían algo parecido a “o te peinas o te haces rolo”.

Trump no fue tan cauteloso. Al asumir un turno de respuesta luego de la intervención de la candidata demócrata, este se enfuscó en una de sus tan características diatribas contra la vicepresidenta, afirmando que la misma “odiaba a Israel”. Rápidamente la discusión se redujo a un vergonzoso concurso entre ambos para decidir quien era el más imperialista de los dos. Mas allá de las falsas acusaciones y los espejismos retóricos de Trump, la realidad es que como segunda al mando en la administración de Joe Biden, Kamala Harris ha sido una de las principales cómplices del genocidio perpetrado por los israelíes dado el auxilio militar y financiero estadounidense que ha facilitado el que el Israel sea capaz de desatar una barbarie sin precedentes en Gaza que le ha costado la vida a más de 50,000 civiles palestinos en tan solo 11 meses.

La realidad es que históricamente, si hay algo en lo que siempre han logrado ponerse de acuerdo tanto demócratas como republicanos es en la política internacional de sus gobiernos respecto al sur global. Una política claramente intervencionista, injerencista y rotundamente imperialista. No debemos olvidar el impetuoso apoyo de los demócratas al Presidente republicano George W. Bush y a la decisión de su administración de invadir Iraq bajo la falsa premisa de que el gobierno de Saddam Hussein poseía armas de destrucción masiva.

De hecho, el mismo Presidente Biden, quien en aquel entonces presidía el Comité de Asuntos Exteriores del Senado federal, fue una de las figuras demócratas más vocales a favor de la intervención militar estadounidense en suelo iraquí. De igual forma, en el 2016 bajo la presidencia de Barack Obama se ordenaron más de 26,171 bombardeos aéreos que cobraron la vida de miles de civiles en varios países africanos y de Oriente Medio, siendo estos Afghanistán, Syria, Libya, Iraq, Yemen, Pakistán y Somalia.

Si con algo nos debemos quedar del debate del pasado martes, es que Kamala Harris y Donald Trump se muestran como dos caras de la misma moneda. Ambos pretenden hacer una política internacional anclada en los postulados del susodicho Destino Manifiesto. Independientemente de quien sea electo en noviembre, el gobierno estadounidense continuará subsidiando masivamente el desarollo del complejo militar-industrial estadounidense mientras las necesidades materiales de la vasta mayoría de su pueblo permanecen desatendidas. Pero sobre todo, ninguno de los dos candidatos se atreverá a defender los intereses de la clase trabajadora ni a encabezar las profundas transformaciones sociales y políticas que requiere ese país.

Contrario al panorama político-electoral puertorriqueño actual, la contienda por la presidencia de los Estados Unidos lejos arrojar algún indicio de esperanza para el pueblo estadounidense, lo único que promete es perpetuar ese interminable ciclo de represión social interno y esa agresión imperialista que ejercen los Estados Unidos sobre el resto del mundo. Sin lugar a duda, los grandes perdedores de esta contienda electoral serguiremos siendo las millones de personas que habitamos en el sur global y que continuaremos sufriendo a manos de las políticas coloniales, imperialistas e intervencionistas estadounidenses en nuestros países.



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