La política en Puerto Rico ha estado marcada por una profunda polarización, donde el arte y la cultura han encontrado espacios para desafiar las estructuras de poder. El lunes 23 de septiembre, Benito Antonio Martínez Ocasio, mejor conocido como Bad Bunny, lanzó una serie de enunciados provocativos en billboards que criticaban abiertamente al Partido Nuevo Progresista (PNP). Estos mensajes, que señalaban la corrupción y la relación del partido con la empresa LUMA, fueron respondidos el miércoles 25 por el senador Thomas Rivera Schatz con un enunciado igualmente polémico, que contenía un insulto velado.
Bad Bunny ha demostrado ser una figura pública comprometida con su visión crítica de la política puertorriqueña. Los tres enunciados que colocó en los billboards —”Votar por el PNP es votar por la corrupción”, “Quien vota PNP no ama a Puerto Rico” y “Votar PNP es votar por Luma”— encapsulan un mensaje contundente: el Partido Nuevo Progresista es un obstáculo para el bienestar y el desarrollo de Puerto Rico. Desde una perspectiva retórica, estos enunciados apelan principalmente a los conceptos aristotélicos del ethos (la forma en que la persona que habla o argumenta trata de mostrarse confiable y digna de respeto) y el pathos (la manera en que un argumento busca generar una respuesta emocional en la audiencia). Bad Bunny utiliza su posición como voz crítica de la juventud para cuestionar el carácter ético de quienes apoyan al PNP. Al asociar al partido con la corrupción y la impopular LUMA, el artista conecta con la frustración emocional de muchos puertorriqueños que hemos sufrido los apagones y la ineficiencia del servicio energético.
En términos de ethos, Bad Bunny refuerza su credibilidad y confianza como una figura que representa a la juventud puertorriqueña comprometida con el cambio. La figura de Bad Bunny trasciende la simple representación artística y se convierte en un vehículo de resistencia cultural que cuestiona las estructuras políticas y económicas establecidas. Su retórica del exceso y el uso de la cultura popular para desafiar el estatus quo es efectivo porque utiliza una plataforma accesible para el pueblo, apelando tanto a la indignación como a la esperanza de un cambio.
En contraste, el enunciado de Thomas Rivera Schatz —”El cinco de noviembre, ¡Barremos! ¡Para que Benito _ame!”— representa un uso pobre de la retórica, cayendo en lo que Jay Heinrichs denomina “faltas retóricas” en su libro Thank You for Arguing. El senador, al utilizar un juego de palabras que insinúa un insulto sexual, degrada el nivel del debate al terreno de lo soez. Este recurso no solo debilita su ethos, es decir, su credibilidad y la confianza que se pueda tener en él, sino que también refleja una falta de respeto por el oponente y por la audiencia. Según Heinrichs, los insultos y la humillación en el discurso son formas de sabotaje retórico, ya que desvían la atención del argumento central y alienan a quienes podrían haber sido persuadidos.
Rivera Schatz, un político de larga trayectoria en el PNP, ha estado involucrado en múltiples polémicas a lo largo de su carrera, muchas de las cuales nunca se han probado legalmente, pero que han manchado su imagen pública. Al utilizar un lenguaje ofensivo, refuerza las percepciones negativas sobre su figura y su partido, en lugar de ofrecer una defensa racional y constructiva contra las acusaciones de Bad Bunny. El pathos en su mensaje apela al enojo y la descalificación personal, más que a una defensa lógica o moral de su partido.
Existen múltiples ejemplos en la política internacional donde se observa la mezcla de entretenimiento y retórica vulgar o populista que utiliza Thomas Rivera Schatz para desviar la atención de temas importantes o descalificar a oponentes. Durante su presidencia y campañas, Donald Trump fue conocido por utilizar insultos y lenguaje soez contra sus oponentes, tanto dentro de su partido como contra candidatos demócratas. Apodos como “Crooked Hillary” para Hillary Clinton o “Sleepy Joe” para Joe Biden son ejemplos de cómo Trump utiliza la burla y el entretenimiento mediático para atraer a su base y desviar el enfoque de cuestiones de política pública. Al igual que con Rivera Schatz, estos insultos ayudan a generar titulares, pero debilitan la calidad del debate. Por otro lado, el expresidente brasileño Jair Bolsonaro es otro ejemplo de cómo la política se convierte en entretenimiento a través de comentarios incendiarios y despectivos. Conocido por hacer declaraciones que minimizan temas serios, como la pandemia del COVID-19, o descalificaciones hacia periodistas y oponentes, Bolsonaro utilizó una retórica populista que alimentaba el conflicto y el espectáculo político.
En esta lista de políticos amantes de la retórica vulgar o populista encontramos tanto a Hugo Chávez como a su sucesor, Nicolás Maduro. Ambos han usado el sarcasmo y el insulto como herramientas retóricas para descalificar a sus oponentes y críticos. Chávez, en particular, tenía un estilo muy mediático, llamando “pitiyanquis” a la oposición y frecuentemente utilizando cadenas nacionales de televisión para ridiculizar a sus adversarios, convirtiendo la política en un espectáculo que atraía tanto a sus seguidores como a sus críticos. También está en esta lista el expresidente de Filipinas, Rodrigo Duterte, quien utilizó una retórica dura y vulgar para comunicar su “guerra contra las drogas”, incluyendo insultos tanto a oponentes locales como figuras internacionales. Su enfoque populista y beligerante fue parte integral de su imagen pública, donde sus comentarios provocadores eran un vehículo de entretenimiento que distraía de los serios abusos de derechos humanos cometidos bajo su mandato.
En todos estos ejemplos, como en el caso de Rivera Schatz, la retórica despectiva y el espectáculo político son herramientas efectivas para mantener la atención mediática y movilizar a una base de seguidores. Sin embargo, estos enfoques también reducen la calidad del debate público, desviando el foco de los problemas reales que requieren discusión y soluciones serias.
El intercambio entre Bad Bunny y Rivera Schatz también revela cómo la política en Puerto Rico ha adoptado cada vez más las características del entretenimiento. La crítica directa de Bad Bunny y la respuesta vulgar de Rivera Schatz se alinean con el fenómeno de la mediatización del discurso político, donde los mensajes se simplifican y se escenifican para maximizar el impacto emocional. Este enfoque reduce la calidad del debate público, transformando lo que debería ser un intercambio de ideas y propuestas en un espectáculo.
Los enunciados de Bad Bunny sobre la corrupción del PNP no surgen de la nada; están respaldados por investigaciones que evidencian prácticas cuestionables. En este contexto, el enunciado de Rivera Schatz parece un intento desesperado de distraer la atención de estas acusaciones con insultos, en lugar de enfrentarlas directamente. El enfrentamiento entre Bad Bunny y Thomas Rivera Schatz no es sólo un choque entre una estrella del entretenimiento y un político de carrera, sino una muestra de cómo se utiliza la retórica en la política contemporánea de Puerto Rico. Mientras que Bad Bunny emplea el ethos y el pathos para movilizar a su audiencia en contra del PNP, Rivera Schatz responde con una retórica que carece de profundidad y que socava su propia credibilidad. En última instancia, este tipo de intercambios demuestran cómo el discurso político puede ser transformado en entretenimiento, a menudo a expensas de la seriedad y la integridad del debate público.