Ha sido algo así como un viaje en el tiempo.
El proceso electoral que acaba de concluir prometía sorpresas. Sin duda. Pero no muchos anticipaban que el saldo sería un salto atrás en el tiempo. Probablemente desde comienzos de 2000 con la candidatura independiente de Rogelio Figueroa, la posterior fundación de Puertorriqueños por Puerto Rico y, más recientemente con el surgimiento de las candidaturas de Manuel Cidre y Alexandra Lúgaro, los electores habían comenzado a romper en cada elección con más fuerza la idea del bipartidismo y el voto íntegro. Retaban una elección tras otra y con más fuerza la idea de que era prioritario votar íntegro y experimentaban con mayor seguridad en cada ciclo con el voto mixto o por candidatura.
Pero, aunque un importante sector del país apostaba a una legislatura diversa representativa de todos esos sectores en los que se ha dividido el electorado, el saldo fue distinto. Como un salto de regreso a 2016 y a esos momentos en los que el copo electoral ha sido la norma. De pluralidad, nada. Una absoluta mayoría de legisladores del PNP, una minoría dominada por el Partido Popular Democrático y, en ambos cuerpos, un legislador del PIP. La única diferencia ha sido la presencia, por segundo cuatrienio consecutivo, de legisladoras de Proyecto Dignidad. De Victoria Ciudadana, hasta ahora ni rastro. Y la pregunta de muchos es, ¿qué ocurrió? O, quizá aún más pertinente, ¿Qué ocurrirá de cara a futuro? ¿Regresamos irremediablemente a la era del dominio de dos partidos?
El tiempo dirá. Sin embargo, lo que es cierto es que el escenario electoral ha cambiado. Los gobernantes vencen en las elecciones con cifras que van desde el 33 hasta menos del 50%, lo que implica que la mayoría de los electores votan por alguien más. Y eso representa un problema. El universo de los electores inconformes es enorme y los números del candidato de La Pava a la gobernación, Jesús Manuel Ortiz, parecen indicar que los votantes del partido rojo son la gallinita de los huevos de oro para quien quiera amasar una mayoría algo más robusta.
Ya Juan Dalmau y La Alianza lo dejaban bastante claro en la última etapa de la contienda. En ella apostaban a pescar en el mar de populares inconformes. De igual forma, aunque no lo exprese en tales términos, la gobernadora electa Jenniffer González, parece ir dando forma a su propia alianza. La suya es con los populares de “derecha”. Aquellos afectos al discurso del ELA como mecanismo de unión permanente y que sintieron temor por las movidas en el discurso de la llamada Alianza de país en su última etapa. Ese miedo rindió frutos porque, como van las cosas, esos votantes prestaron su voto a González. Y ahora ella, con el excelente olfato político de que se precia, exhibe públicamente a dos de sus rostros conocidos: Jorge Colberg y Juan Zaragoza.
Su gesto de incluirles en el comité de transición con toda seguridad busca enviar a los seguidores del partido de Muñoz Marín una suerte de ramo de olivo. Un eco de aquella “casa grande” en la que el PPD se presentaba ante el país. La casa grande está en aprietos y los dos candidatos a la gobernación con más votos parecen haber apostado a dividirse el bizcocho. Habrá que ver quien lo hace con mayor efectividad.
Y aunque la Alianza de País afirma tener futuro y haberse convertido en “la segunda fuerza electoral del país” lo cierto es que eso está por verse. Quien ha llegado segundo, invocando votos del independentismo, de Victoria Ciudadana y del propio Partido Popular es Juan Dalmau. El resto de los candidatos de “La Alianza” no lograron escaños. Si ese junte en efecto “cuajó” y tiene rostro de futuro, es algo que ya se verá. Lo mismo que los efectos del ramo de olivo de la gobernadora a los populares de derecha y esa “invitación” a esa suerte de nueva casa de la unión permanente. A todas estas, La Pava se juega la vida. Y claro que su desempeño a nivel municipal fue arrollador. Sin embargo, su arraigo como fuerza aglutinadora ha sido duramente golpeado.
¿Cómo se alinearán las fuerzas electorales de cara a los próximos comicios? Agárrese con fuerza que la pelea acaba de comenzar. A ver quién se lleva la ganancia en medio de este río revuelto.