Los movimientos en los círculos de poder en Washington D.C., con la elección de Donald Trump, parecieran ubicar a Puerto Rico en un lugar privilegiado o en una posición menos desventajosa, en comparación con lo que pensábamos venía para la isla con su potencial elección.
Primero, la selección del senador Marco Rubio, nacido en la ciudad de Miami, pero de ascendencia cubana, como secretario de Estado puede ser extraordinariamente buena para Puerto Rico. En 2016, Rubio obtuvo el 70% de los votos de los puertorriqueños en las primarias presidenciales celebradas aquí. Trump obtuvo el 13%, aunque al final este ganó la nominación y la presidencia.
De otra parte, el senador Rick Scott, también senador por el estado de Florida, fue la figura respaldada por Trump para que se convirtiera en el portavoz de ese partido en el alto cuerpo legislativo. Sin embargo, el caucus eligió a John Thune, senador por South Dakota y quien fuera un crítico de Trump, en especial cuando este trató de tumbarse las elecciones con falsas acusaciones de fraude electoral. Obviamente, cuando vio el potencial de Trump para regresar a la Casa Blanca, olvidó sus críticas y se realineó con el presidente reelecto.
John Paulson, quien tiene grandes intereses inmobiliarios y negocios en Puerto Rico, fue mencionado por el propio Trump como un posible extraordinario secretario del Departamento del Tesoro durante la campaña. No obstante, ese panorama no ocurrirá. El hecho de que el presidente electo lo pueda tener como un “consultor” es bueno para Puerto Rico.
Uno pudiera pensar que, con esos tres nombres, la isla puede tener tres aliados que tienen el oído del presidente. Rubio no solo ganó en la isla aquella primaria de manera contundente, también ha pasado bastante el cepillo a la hora de recaudar fondos. En el caso de Scott, de igual manera, llegó al Senado federal con un gran apoyo de los puertorriqueños. Ambos llegaron a la isla tras el paso del huracán María e incluso gestionaron ayuda. Son dos figuras que, sea por lo que sea, tienen a Puerto Rico presente.
Paulson, más que Rubio y Scott, tiene grandes intereses en Puerto Rico, negocios, hoteles y demás. Si hay alguien que le conviene que la isla se reconstruya lo antes posible, dentro de lo razonable, es Paulson, quien adquirió, en Puerto Rico, propiedades a costos por debajo del valor y que, igual a Trump como empresario, eventualmente buscará vender a más caro para capitalizar al máximo su inversión.
No obstante, Trump es Trump, y su interés primordial no es tan siquiera la nación; su interés es él y punto. Para las elecciones del 2016, igual que para estas, Donald Trump fue y sigue siendo un fenómeno político. Mientras más controversial, más popularidad y apoyo gana. En ese aspecto, él es el líder y quien no esté con él, sencillamente está en su contra. De esta manera, si él tiene una visión de lo que quiere ayudar o no a la isla, no habrá Marco Rubio, Rick Scott ni John Paulson que valga. Trump no se moverá por ellos, más bien ellos se moverían por él.
Trump sabe que mentir, para él, es como chuparse un dulce porque, a su vez, sabe que detrás de su mentira habrá una secta creyendo la misma, y en el caso de los que no la crean, en ese grupo la repetirán como repetía la secta nazi las mentiras de Adolf Hitler. Si a Trump le da con decir mañana que dejará de ser republicano y que se convertirá en demócrata, esa secta aplaudirá de pie y dará todas las razones que puedan para justificarlo porque es Trump. De hecho, ya lo hizo, él era demócrata y había intentado aspirar por ese partido.
¿Usted cree que nadie en la campaña de Trump sabía que el comediante Tony Hinchcliffe insultaría a Puerto Rico en la convención republicana? Obviamente eso era parte del libreto, yo no tengo dudas. Ninguna campaña renuncia en la recta final al control total de lo que pase en tarima durante un evento como ese. La tardanza y la diluida reacción de la campaña trumpista hizo evidente que todo fue orquestado… desde mi punto de vista.
En ese momento, algunos sectores intentaron que la entonces candidata a la gobernación, Jenniffer González, se pronunciara condenando a la campaña de Trump por lo ocurrido. Obviamente, influenciados más por afectarla como candidata local que para afectar la campaña de Trump. Sin embargo, estratégicamente hablando, ¿era lo inteligente con una figura que evidentemente iba rumbo a la Casa Blanca por segunda ocasión? Quien piense que el que González retirara el apoyo a Trump le afectaría a este, pues es un “pequeño saltamontes”. ¿Qué le costaría a la isla entrar en un ataque frontal con un tipo como Trump? La realidad que eso es lo menos que le importa a los “pequeños saltamontes”.
Trump es un elefante en una cristalería y González sabe que en ese juego hay que saber moverse. No obstante, repito, Trump es Trump y pienso que, si tiene algo en mente, las pleitesías solo le servirán para alimentar su ego, no para persuadirlo. Ahora bien, supongamos que González, Jesús Manuel, Juan Dalmau o Javier Jiménez hubiesen prevalecido, ¿se hubiesen ido al puño con Trump? ¿Cuál sería el resultado…? No el resultado para ellos, sino para echar adelante a una isla que depende en gran medida de 15 billones de dólares discrecionales al año. Pienso que hasta Juan Dalmau, siendo independentista y los discursos que eso conlleva, lo cogería suave si tiene en mente la reelección.
Ya veremos lo que nos depara este cuatrienio, y cómo la gobernadora electa lo maneja.