Thursday, January 23, 2025
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Puertorriqueños de Filadelfia luchan contra la desigualdad histórica en los servicios de salud

Del CPI.

Ray Collazo mira por la ventana del carro mientras pasa frente a las casas en hilera entre Fairhill y Kensington, su antiguo barrio en la zona conocida como el norte de Filadelfia.

Cuando tenía 11 años, sus padres se mudaron a Filadelfia por razones de trabajo, al igual que muchos otros trabajadores y familias puertorriqueñas en las décadas de 1940 y 1950.

Mientras señala las cuadras que nunca pudo cruzar, Collazo recuerda que en sus primeras semanas en el vecindario fue agredido por un grupo de niños blancos por cruzar la calle North Front.

“No podía estar aquí”, dice. “Aquí” es el otro lado de la calle North Front, donde vivían principalmente familias blancas e irlandesas.

La composición demográfica de estos vecindarios es similar 75 años después. Un análisis de Statistical Atlas muestra que los grupos de residentes latinos, especialmente puertorriqueños, permanecen en el lado oeste de la avenida Frankford.

Las disparidades de riqueza y vivienda en comunidades como Fairhill tienen su origen en el abandono histórico y la inversión inconsistente en la zona. En la década de 1970, la gentrificación acelerada desplazó a los puertorriqueños del sector Spring Garden, empujándolos a vecindarios económicamente desfavorecidos. Este cambio profundizó el desempleo, la pobreza y el discrimen racial.

Según el Center for Urban and Racial Equity, las políticas de segregación racial urbana de los años treinta ya habrían agravado estas desigualdades. Tales políticas de exclusión financiera, moldeadas por las evaluaciones de la Home Owners’ Loan Corporation, catalogaron los vecindarios con poblaciones minoritarias como “riesgosos”, restringiendo el acceso a préstamos e inversiones.

Durante décadas, estas políticas afianzaron las divisiones raciales y económicas, dejando a los latinos y afroamericanos en Filadelfia con disparidades en la tenencia de propiedades y la acumulación de riqueza que son peores que en la década de 1960, según un informe de 2023 del Banco de la Reserva Federal de Filadelfia.

Discrimen y salud

Estas desigualdades económicas también afectan directamente la salud de las comunidades. Collazo, residente de toda la vida en el norte de Filadelfia, ha experimentado los impactos de estas condiciones en su propia vida. Ahora tiene más de 70 años. Su vista es deficiente, posiblemente por razones vinculadas a un diagnóstico de diabetes. Pero sigue siendo una persona sociable, con muchas historias que contar.

A finales de la década de 1980, trabajó como consejero de salud mental para la Asociación de Puertorriqueños en Marcha, una organización sin fines de lucro liderada por latinos que apoya a las comunidades en temas de salud, servicios sociales y desarrollo económico.

Recordó que para entonces había jóvenes haciendo fila para recibir ayuda de salud mental, algunos de los cuales luchaban con el uso de sustancias controladas.

“Fue horrible”, cuenta Collazo.

Las experiencias traumáticas y la falta de acceso a la atención médica, particularmente entre las familias puertorriqueñas de bajos ingresos, eran rampantes. También lo eran el desempleo y el uso de drogas, un problema que sigue afectando desproporcionadamente a la población puertorriqueña en la principal ciudad del estado de Pensilvania.

Un artículo del Philadelphia Inquirer de 1990, Puertorriqueños: a la deriva entre dos mundos (“Puerto Ricans: Adrift in two Worlds”), corrobora lo que Collazo vio. Un año antes de que se publicara el artículo, la Comisión de Relaciones Humanas, una agencia de la ciudad creada en 1951 para hacer cumplir con las leyes contra el discrimen, planteó que había una falta de servicios de la ciudad entre la creciente población puertorriqueña, y marginación.

“Los reporteros encontraron problemas en el área de educación y salud abrumadoras”, lee el artículo.

La doctora Norma Rivera le dijo al Philadelphia Inquirer que tenía una gran cantidad de pacientes con abuso de drogas y alcohol, además de aquellos con diabetes, hipertensión y asma. Sin embargo, destacó la depresión, otro problema gravemente desatendido.

Décadas después, los pacientes puertorriqueños en Estados Unidos todavía exhiben tasas de depresión más altas que las poblaciones blancas u otras hispanas, según un estudio de 2019 de la psicóloga Glorisa Canino, directora del Instituto de Investigación en Ciencias de la Conducta de la Universidad de Puerto Rico (UPR). El estrés de la migración o el aislamiento de redes culturales y sociales exacerban los factores de estrés crónicos, muestra la investigación.

Los puertorriqueños que viven en Estados Unidos informaron haber experimentado significativamente más ansiedad y depresión que los que viven en Puerto Rico, según el mismo estudio.

El discrimen aumenta la posibilidad de síntomas depresivos, y los riesgos son significativamente más altos entre la diáspora puertorriqueña, según un estudio de 2022 del International Journal of Geriatric Psychiatry.

La académica de salud pública con sede en Filadelfia, Ana Martínez Donate, afirmó esto en su propia investigación. “Vemos un mayor impacto de cosas como la depresión, la ansiedad y el TEPT (trastorno de estrés postraumático) entre los puertorriqueños”.

Martínez Donate, coautora del estudio “Perspectivas de los proveedores sobre el acceso de los inmigrantes latinos a los recursos para problemas de salud sindrómicos”, destaca las grandes disparidades en el acceso de los latinos a hospitales o clínicas de salud, tratamiento y diagnóstico.

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“No se trata de la persona y lo que está haciendo bien o mal. Se trata del contexto. Se trata de las oportunidades que han tenido antes de llegar a Filadelfia y las experiencias y traumas que traen, así como el apoyo, o falta de él, que encuentran aquí en la ciudad”, señala Martínez Donate.

“Es vivir en vecindarios con mayor incidencia de crimen”, amplía. “Es tener más probabilidades de estar desempleado o tener que destinar una mayor proporción de tus ingresos al alquiler. Es no tener oportunidades educativas porque no eres elegible para ciertos tipos de ayuda financiera. Es no tener seguro médico y no poder ver a un proveedor de salud. Es no hablar inglés con fluidez y no contar con suficientes proveedores en la ciudad que sean lingüística y culturalmente competentes para atender a la comunidad”.

Barreras económicas, de idioma y confianza

Activistas y grupos en defensa de un sistema de salud accesible han criticado durante mucho tiempo el sistema de salud de Estados Unidos por ser caro, incluso para quienes tienen seguro médico. Los altos costos empeoran la salud de las personas, provocan retrasos en los tratamientos, recetas sin despachar y agotan los ahorros de las personas, según un informe de 2023 del Commonwealth Fund.

La deuda que se acumula por tratamientos médicos también impacta desproporcionadamente a las personas de bajos ingresos y a residentes latinos y negros, según una encuesta de la Kaiser Family Foundation. En Filadelfia, más latinos viven en la pobreza, comparado con otros grupos, según un análisis del Banco de la Reserva Federal de Filadelfia.

Proveedores comunitarios como Pennie, el mercado estatal de seguros asequibles, y otros proveedores que atienden a latinos, confirman que los migrantes puertorriqueños continúan luchando con la falta de educación y la aculturación. Sin embargo, rara vez revelan sus necesidades a las agencias de servicios sociales.

Los empleados de las agencias entrevistados por el CPI mencionaron que muchos pacientes boricuas dicen que están sanos pese a que necesitan atención médica. Además, el portal de solicitud de servicios del estadoestá en inglés.

“Tienen miedo de decirle a la gente que no saben leer o escribir”, señala Vasti Miranda, quien trabaja con una agencia de servicios de salud a domicilio. “No se inscriben [en el portal]. Simplemente lo ignoran”.

Los latinos que hablan principalmente español dicen que la atención médica que reciben es mejor con médicos latinos, según un estudio del Pew Research Center. Activistas y académicos coinciden en que se necesita una comunicación clara para acabar con la desconfianza con los médicos y la insatisfacción en la atención médica.

Liderazgo político atiende las brechas en la atención médica

Aunque la desconfianza en el sistema de salud es un problema, también es reflejo de políticas públicas que han fallado en atender las necesidades de estas comunidades. Ray Collazo destaca que los líderes de distrito, especialmente aquellos que provienen de familias puertorriqueñas, deberían abordar estos problemas de años.

En la última década, dos mujeres de ascendencia puertorriqueña fueron elegidas para puestos políticos en la ciudad: las concejalas del Distrito 7, María Quiñones Sánchez (cuyo mandato terminó en 2022) y Quetcy Lozada.

El distrito predominantemente puertorriqueño tiene algunas de las tasas más altas de pobreza y uso de drogas en el área, junto con problemas de salud crónicos. Lozada dice que quiere ayudar.

“Mis padres son bilingües en inglés y español, y aún tienen desafíos para navegar sus necesidades de atención médica”, dice Lozada en una entrevista telefónica. “No somos una comunidad que confía, ¿verdad? Es difícil encontrar proveedores de servicios médicos con los que podamos conectarnos, con los que podamos ser honestos o que entendamos lo que nos están pidiendo que hagamos para mejorar nuestra situación de salud”.

Los latinos del norte de Filadelfia carecen de centros de atención urgente, un número limitado de médicos biculturales o bilingües y largos tiempos de espera para ver a un médico para aquellos con seguro.

El año pasado, Lozada prometió abrir en 2025 un nuevo centro de atención médica en el noreste para aliviar al Centro de Salud 10. Es solo un paso, pero Lozada, partidaria de que se refuerce la aplicación de la ley para controlar la venta y consumo de drogas al aire libre en Kensington, espera que el centro ayude a cerrar la brecha.

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Debido al alto flujo de pacientes, Lozada destaca que hay personas que esperan hasta un año para ser atendidos, particularmente niños de hogares de bajos ingresos y ancianos. Algunos adultos mayores citaron el seguro médico como un impedimento para buscar atención.

“Debido a que el seguro médico es tan caro, los residentes mayores no atendían sus problemas de salud. Tomaba un año o más lograr una cita. No podían permitirse ver a un médico privado”, dice.

Influencia social en la salud

Bloques de casas de colores brillantes destacan en Fairhill, algunas con banderas puertorriqueñas ondeando en la ventana.

Con un ingreso promedio de $32,000 en 2022, los puertorriqueños constituyen el 70% de la población latina en Filadelfia y han residido principalmente en el norte de la ciudad durante décadas.

En Puerto Rico, el ingreso anual promedio es de $25,096 y casi el 40% vive en la pobreza.

La primera ola de migrantes puertorriqueños llegó a Estados Unidos en el siglo XIX, reclutados como trabajadores industriales. El conteo aumentó en la década de 1950, tras la Segunda Guerra Mundial y como resultado de “Operación Manos a la Obra”, el proyecto que puso en marcha el Gobierno de Puerto Rico para industrializar el país.

Con el tiempo, pequeños enclaves de puertorriqueños fueron empujados a las áreas más industriales y con menos desarrollo de Filadelfia, como Kensington y Fairhill. Allí casi la mitad de las personas viven en la pobreza.

Aunque la tasa de pobreza del vecindario de Fairhill ha disminuido, del55% al 41%, según datos del Censo, el código postal 19133 es una de las áreas más pobres de la ciudad. Esto contrasta marcadamente con uno de los códigos postales más ricos al sur, Society Hill, que tiene una tasa de pobreza del 5%.

Donde vive la gente impacta su salud, explica Martínez Donate.

“Muchos [de los problemas de salud] están vinculados a las condiciones de vida y trabajo de estas comunidades”, destaca.

Michael Collazo, hijo de Ray, recuerda haber crecido en el norte de Filadelfia. Michael, de 47 años, se enorgullece de ser un “puertorriqueño de Filadelfia”. Creció en lo que coloquialmente se conoce como “Hispanic North”. “Esa comunidad ha sido tristemente de bajos ingresos desde siempre”, cuenta Michael.

Muchos eran sus vecinos.

Su difunta madre, Sonia, pasó 25 años ayudando a los recién llegados a solicitar servicios sociales y de salud en la década de 1990. Muchos eran de bajos ingresos en vecindarios con viviendas de mala calidad más cercanas a fábricas, mala atención médica y alimentos de baja calidad.

Las familias luchaban por aclimatarse a la cultura, el ritmo y el entorno urbano de la ciudad. Sus hogares generalmente estaban ubicados en partes industrializadas de la ciudad.

Hunting Park, también en el norte de Filadelfia, tiene el mismo problema, destaca Jamile Tellez Lieberman, vicepresidenta senior de participación comunitaria en Esperanza, una organización de base de fe y sin fines de lucro que brinda servicios a las comunidades en el norte.

Estudios de la revista Annals of Behavioral Medicine y de la Asociación Americana del Corazón coinciden en los vínculos entre la pobreza y las “disparidades espaciales”. Los factores ambientales, el racismo y la pobreza contribuyen a los crecientes problemas de salud entre las comunidades de color y los residentes de bajos ingresos.

Los únicos árboles que Michael recuerda ver durante su crianza estaban en Hunting Park, donde pasaba el rato con su abuelo comiendo bacalaítos.

“En muchas de las calles y en las cuadras de las casas juntas, no hay árboles. ¿Dónde vas a poner árboles?”, cuestiona.

El pedazo con verdor en Hunting Park es uno de los centros culturales de los boricuas en Filadelfia. Pequeñas y medianas banderas puertorriqueñas ondean al viento al ritmo de canciones de salsa con trompetas que suenan fuerte desde una bocina grande.

Desiertos alimentarios y de equidad en salud

El lugar de residencia no solo afecta el acceso a servicios de salud, sino también a alimentos frescos y saludables. Un recorrido rápido por un área gentrificada de la ciudad, Northern Liberties (vecindario que una vez fue mayoritariamente puertorriqueño), muestra pequeñas tiendas de alimentos orgánicos y tiendas de comestibles más caras. Las frutas y verduras frescas están colocadas de manera ordenada y son compradas por una demografía más joven, más blanca y más rica.

Al oeste, más cerca de la zona con mayor concentración puertorriqueña, en la calle Quinta y la calle Huntingdon, cerca del Taller Puertorriqueño, las esquinas están ocupadas por bodegas, en su mayoría pequeñas tiendas de esquina propiedad de inmigrantes que venden algunos productos frescos, pero principalmente comida frita y picadera altamente procesadas.

En Filadelfia, estas tiendas venden productos Goya, incluidas bebidas de frutas, sazón o condimentos, productos enlatados y en frascos que son frecuentemente utilizados en la cocina puertorriqueña, así como alitas de pollo fritas. En estas bodegas es altamente probable que los empleados y cocineros hablen español.

El norte de Filadelfia tiene opciones limitadas de alimentos saludables. Además, llegar a una tienda de comestibles o a un consultorio médico es difícil para aquellas personas sin automóvil o que dependen del transporte público. La seguridad también es un problema.

“Cuando buscas [a los puertorriqueños] en vecindarios pobres, es posible que no tengan el mismo acceso a instalaciones recreativas, a parques, que sean seguros para usar. Si no puedes salir y hacer ejercicio, te afecta la salud. Tenemos algunas comunidades que son desiertos alimentarios, donde la gente va de compras a una bodega, lo que significa que estarán comiendo muchos preservativos”, expresa Michelle Carrera, experta en investigación de pobreza y directora ejecutiva de Xiente, una organización de apoyo comunitario anteriormente conocida como Norris Square Community Alliance.

Los desiertos alimentarios son una de las principales razones detrás de las enfermedades más comunes en los datos de mortalidad pública. La falta de alimentos frescos y saludables aumenta el riesgo de diabetes, particularmente Tipo 2, y las condiciones de salud crónicas enumeradas como causas de muerte para los residentes puertorriqueños. Es más difícil estar saludable en regiones con desiertos alimentarios.

“[Hay una narrativa falsa de que] los residentes aquí o estas familias no se preocupan por su salud o no están interesados en estar saludables. Eso definitivamente no es cierto”, destaca Tellez Lieberman. “La gente está lidiando con mucho y se cansa. A veces tienen que tomar decisiones difíciles en las que nadie gana”.

Todo lo anterior resalta también la importancia de la atención preventiva para mitigar estos problemas a largo plazo.

La doctora retirada Carmen Febo San Miguel ha visto cómo los problemas de salud en la diáspora puertorriqueña persisten y evolucionan con el tiempo, muchas veces por falta de prevención. Hace unos 20 años, Febo San Miguel trabajó en los vecindarios más pobres de Filadelfia, tratando a latinos y negros de bajos ingresos.

La historia del desplazamiento de la diáspora puertorriqueña también refleja un declive en la salud y el abandono médico. El racismo y la falta de atención culturalmente competente eran generalizados en áreas empobrecidas, remarca Febo San Miguel.

Tellez Lieberman coincide.

“Este grupo de personas no tiene acceso a los recursos de otras personas en otra parte de la ciudad, que tienen todo el acceso que podrían desear y más. ¿Por qué es eso? Hay sistemas establecidos que están destinados a continuar oprimiendo y dañando a las comunidades de color, especialmente a aquellas [que] son pobres, para mantenerlas poco saludables y sin poder”, explica.

Las diez principales causas de muerte entre los puertorriqueños de Filadelfia también pueden estar vinculadas a la falta de acceso a la atención médica.

“Esta comunidad ha sido víctima de varios eventos que han puesto de relieve la relación con los puertorriqueños y los recién llegados”, destaca Febo San Miguel. Esto incluye la violencia policial, las sobredosis de drogas y muertes, y el aumento del crimen en regiones de alta pobreza.

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Después de varias olas de gentrificación, la diáspora boricua fue empujada más al norte, lejos de los centros de atención de calidad y los hospitales centrales. Para los puertorriqueños en Filadelfia, el acceso a la atención médica no está separada de otras necesidades básicas. Está inextricablemente vinculada.

“He estado involucrada en múltiples luchas para hacer que el Gobierno se dé cuenta de que nuestras comunidades han sido descuidadas y necesitan ser consideradas al momento de asignar fondos y recursos”, expresa Febo San Miguel.

Esas luchas tuvieron algunos resultados, pero la doctora dice que aún queda mucho por hacer.

El espejo de la pobreza

Los estudios muestran que la pobreza en Puerto Rico y en Filadelfia se reflejan de forma similar, al igual que los resultados en la salud.

Por ejemplo, los datos de Medicaid de antes del huracán María en 2017 muestran que más puertorriqueños que viven en los Estados Unidos informan que sus experiencias para llegar al médico son peores que las de aquellos en la Isla.

En general, los puertorriqueños en Estados Unidos “informan una falta de acceso adecuado a la atención médica, un estado de salud más pobre, más enfermedades crónicas, peor angustia psicológica y una vida útil más corta que otras poblaciones hispanas y no hispanas”, según el estudio “Taking Care of the Puerto Rican Patient”.

Los expertos conectan esto con diversos “determinantes sociales de la salud”, como el acto de migrar, los contaminantes ambientales o un sistema de atención médica nuevo y complicado. Las complicaciones de salud se manifiestan de diferentes maneras en Filadelfia.

“Aquí [en el norte de Filadelfia] tenemos altas tasas de hospitalizaciones infantiles por asma”, revela Tellez Lieberman. “Eso es una manifestación de las fallas en el sistema cuando se trata de acceso a la atención médica cuando la necesitas”.

Hoy en día, las áreas donde viven los puertorriqueños tienen algunas de las tasas más altas de condiciones crónicas, como obesidad y diabetes, según un análisis del Economy League.

Fairhill tuvo el segundo peor ranking de factores de salud, ubicándose en el puesto 45 de 46 cuartiles, según un informe de la ciudad de 2019. El análisis consideró entornos físicos, comportamientos de salud, atención clínica y factores sociales y económicos.

Los hispanos, en general, informan su salud como “pobre o regular”, según el mismo informe de Health of the City.

Los puertorriqueños tienen un peor desempeño en general entre todos los grupos latinos en la ciudad.

Un estudio de 2020 de la Universidad de Drexel señaló al norte de Filadelfia como una zona de “alta vulnerabilidad social”, reflejo de las desigualdades persistentes en la ciudad.

“Los latinos en Filadelfia tienen 2.3 veces más probabilidades de no tener un proveedor de atención primaria y un 62% más de probabilidades de renunciar a la atención debido a los costos en comparación con los blancos [no hispanos]”, destaca el estudio.

Las tasas de mortalidad entre los puertorriqueños en Filadelfia son más altas, dijeron al Centro de Periodismo Investigativo (CPI) los epidemiólogos del departamento de salud pública de la ciudad.

Sin embargo, los activistas que trabajan en las comunidades dicen que estos datos no muestran la raíz de las causas.

“Los datos pueden mostrarte algo, pero los datos no están en la calle, no están hablando con la gente todos los días”, destaca Charito Morales, enfermera y activista en la comunidad.

Morales dijo que hay muchas personas con condiciones médicas que no priorizan su salud. Olvidan las citas médicas y los medicamentos.

Estos comportamientos podrían ser sintomáticos de un trauma generacional.

“Son en muchos aspectos muy similares a otros inmigrantes latinos, excepto que (los puertorriqueños) tienen ciudadanía estadounidense. Pero aún enfrentan muchas de las mismas barreras para una buena salud que enfrentan sus contrapartes inmigrantes. Barreras lingüísticas, discrimen, pobreza y falta de conocimiento y conciencia sobre los recursos y dónde acudir en busca de ayuda”, dijo Martínez Donate.

Médicos puertorriqueños de Filadelfia

Una nueva generación de médicos puertorriqueños en Filadelfia está lidiando con sus propios ajustes.

La doctora Natalia Ortiz dijo que, si fuera posible, habría terminado la escuela de medicina en Filadelfia y hubiese regresado a Puerto Rico a practicar psiquiatría.

“Mi meta era entrenar y luego regresar para servir a mi país”, cuenta Ortiz. “Pero fue difícil… Aunque allá hay mucha necesidad de atención a pacientes que tienen problemas de salud mental, y graves, la oportunidad de trabajar allá… Hay muchas barreras para trabajar [en Puerto Rico]”.

Ortiz es una de cientos de médicos puertorriqueños que optaron por trabajar en los Estados Unidos. La crisis económica en Puerto Rico, combinada con la atención médica privatizada y los problemas con los reembolsos de los planes médicos, dificultan que ella y otras como ella practiquen la medicina en su patria.

Durante años, los problemas de salud en la isla se han visto exacerbados por las crisis climáticas, como los huracanes Irma y María en 2017. Por ejemplo, la mitad de los centros de salud calificados a nivel federal que brindaban atención en áreas del país desatendidas cerraron después de la devastación del huracán, debilitando un sistema de atención médica ya frágil que atendía a muchas personas por debajo del umbral de pobreza y a los ancianos.

Ortiz recordó conversaciones con sus amigos y colegas, quienes compartieron que muchos pacientes en la Isla esperan hasta seis meses para ver a un médico. Se pone peor si un paciente necesita ver a un especialista. Es por esto que muchas personas se mudaron a Estados Unidos en busca de mejor atención médica y movilidad económica.

Pero para aquellos que migraron a Filadelfia, los problemas de atención médica se manifiestan de manera diferente. Las opciones de seguro, como Medicare Advantage, en Puerto Rico anuncian combinar Medicare A y B para ayudar a cubrir los costos de pacientes internos y externos. Pero cuando los puertorriqueños se mudan a los Estados Unidos, deben volver a inscribirse, dijo Ortiz.

“Cuando se mudan aquí, no tienen las mismas oportunidades”, explicó Ortiz. “Entonces hay una brecha en el tratamiento”.

La psiquiatra enumeró las causas: desempleo, barreras educativas y lingüísticas, incluso entre los que hablan español.

“Un momento difícil”

Los datos de salud pública de la ciudad, junto con los hallazgos de encuestas universitarias de más de 30 años y artículos de noticias publicados hace 50 años, ilustran el fracaso sistémico y el abandono histórico que han enfrentado los boricuas en Filadelfia.

En las décadas de 1960 y 1970, activistas como el grupo comunitario puertorriqueño Young Lords y el Medical Committee for Human Rights presionaron para solucionar eso.

Desde que los primeros migrantes puertorriqueños se mudaron a la ciudad, los líderes comunitarios se dedicaron a lo que las comunidades más necesitaban: educación, liderazgo político y económico, y atención médica. Grupos como Concilio y Asociación de Puertorriqueños en Marcha trabajaron para acabar con las desigualdades.

El Medical Committee criticó fuertemente a la American Medical Association, que, junto con las compañías farmacéuticas y las compañías de seguros de salud privadas, había cabildeado con éxito contra los planes de cobertura universal. Esto perjudicó a los trabajadores pobres, expresó el Medical Committee.

La atención médica deficiente fue particularmente pronunciada en la diáspora puertorriqueña, recoge un estudio de 1990 del Institute for Public Policy Studies de la Universidad de Temple.

“Los puertorriqueños la pasan mal en Filadelfia”, señalaba el estudio. “En comparación con los negros, blancos y otros hispanos, tienen ingresos más bajos, mayor desempleo y peores condiciones de vivienda. Sus problemas de salud son graves”.

El sistema de atención médica de Filadelfia y el mercado de seguros de salud privados favorecieron a aquellos con dinero, dijeron los académicos.

“La situación que se desarrolla es una de condiciones que colocan a la comunidad puertorriqueña de Filadelfia en alto riesgo de salud”, informa el estudio de Temple.

Problemas similares todavía afectan a la diáspora puertorriqueña en esta ciudad.

Desglose de la pobreza en el ‘norte hispano’

Activistas en grupos como Philly Boricuas, al que pertenece Michael Collazo, presionan rutinariamente a los líderes de la ciudad para que den un paso adelante e inviertan en mejorar las condiciones de la diáspora puertorriqueña. Líderes del organismo dijeron a la prensa en 2020 que los puertorriqueños de Filadelfia fueron “abandonados en gran medida” por el gobierno local.

En tanto, los problemas claves continúan empeorando, y quieren que esto cambie.

Philly Boricuas es parte de una ola reciente de movimientos de base. Uno de sus cofundadores, Adrián Rivera Reyes, comparó los problemas de acceso a la salud local con el problema que afecta a los puertorriqueños en la isla.

“El nivel de pobreza. Las personas que viven en la pobreza son la clase trabajadora, los trabajadores pobres”, expresa Rivera Reyes. “No tienen acceso a estos servicios, o al menos no de manera fácil. Cuando las personas luchan por sobrevivir día a día, preocupadas por qué comerán o cómo pagarán las cuentas, les resulta muy difícil ir a los centros de salud”.

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El excandidato al consejo de la ciudad también es científico. Se mudó a Filadelfia para obtener su doctorado en biología del cáncer y se quedó en la ciudad como activista. Vio las disparidades de primera mano mientras hacía campaña para concejal.

“Es impactante. Dos casas más abajo, puedes notar la calidad de la casa en la que vive la gente”, dijo. “Todo se reduce a la pobreza, la privación de derechos, la desinversión en la comunidad o la falta de inversión en la comunidad”.

Un análisis de Pew sobre los compromisos de inversión de capital de la ciudad entre 2011 y 2022 muestra que las áreas censales con personas de menores ingresos recibieron el menor apoyo financiero. Las principales prioridades en el presupuesto de la ciudad para 2025 son reducir las desigualdades históricas e invertir en temas clave como los centros de atención médica.

“La forma en que asignamos recursos es injusta y perpetúa este tipo de desigualdades”, afirmó Tellez Lieberman.

Existen amplias disparidades en las inversiones per cápita.

El CPI se comunicó con el Departamento de Salud Pública del estado para obtener comentarios sobre los hallazgos de esta historia. No estuvieron disponibles para comentar, pero por medio de un correo electrónico dijeron que las inversiones de capital son “complejas”.

“En general, las áreas censales que recibieron mayores proporciones de inversión durante el período estudiado tenían ingresos medios más altos por hogar y un mayor porcentaje de residentes blancos”, destaca el análisis de Pew.

En las áreas geográficas de menores ingresos según los datos del Censo, el financiamiento para servicios sociales e iniciativas de seguridad fue un 11% menor en comparación con los vecindarios más ricos. Las mayores inversiones, que suman más de $30 millones, se concentran en el centro de la ciudad, mientras que las inversiones de menos de $2 millones se ubican principalmente en el norte de Filadelfia.

Áreas como Fairhill.

Los estudios muestran que las comunidades en la diáspora puertorriqueña han sufrido durante mucho tiempo problemas de salud crónicos que pueden ser frenados con educación en salud adecuada y dirigida, así como con un mejor acceso y asignación de fondos para atención médica de calidad.

Soluciones integrales frente a desigualdades en salud

Aunque los grupos clave de activistas de salud de la década de 1970, como el Medical Committee for Human Rights, desaparecieron, sirvieron como modelos para nuevos defensores del acceso a la salud como los Physicians for a National Health Program.

En Filadelfia, el Latino Health Collective de la Universidad de Drexel es otro ejemplo. El grupo forma CRiSOL Contigo (Comunidades Resilientes, Sostenibles y Organizadas por Líderes). El proyecto fue fundado para abordar uno de los mayores problemas en el acceso al seguro médico y la atención: la barrera del idioma.

El colectivo surgió en el apogeo de la pandemia del COVID-19. Conecta a expertos locales en salud pública, el Departamento de Salud Pública de la ciudad y organizaciones que atienden a latinos para identificar mejor las necesidades de la comunidad, particularmente de los hispanohablantes de Filadelfia.

En esta ciudad, la mayoría de las organizaciones sin fines de lucro de salud lideradas por latinos están centralizadas en el norte de Filadelfia, pero su alcance es limitado o fragmentado.

“Lo que llamamos ‘sindemias’ son como epidemias interrelacionadas que tratamos por separado y a menudo pensamos por separado… Son inseparables y necesitamos servicios más integrados y coordinados”, detalló Martínez Donate.

Al construir redes entre investigadores, trabajadores de salud comunitaria y médicos que trabajan en hospitales locales, el colectivo espera abordar las barreras sistémicas.

Martínez Donate y la red de académicos de salud pública destacaron las brechas más prominentes en la atención médica, como los problemas persistentes de salud mental exacerbados por el trauma de la migración y la pandemia de COVID-19.

“Cuando encuentras problemas que son transversales, eso hace que sea aún más fácil tratar de desarrollar iniciativas, porque sabes que pueden beneficiar a un número aún mayor de individuos”, argumentó Martínez Donate.

En los primeros días de la coalición, trabajó con la ex comisionada de salud Cheryl Bedwell para formular informes continuos sobre las necesidades de salud de los latinos. Aunque Bedwell renunció recientemente, el trabajo hecho dejó una hoja de ruta para futuros esfuerzos colaborativos.

“Esperamos que con la nueva comisionada de salud [Palak Raval-Nelson], continúe priorizando la salud de las comunidades minoritarias que necesitan más atención”, concluyó.

Esta nota se publica en Metro.PR gracias a una alianza con el CPI. Puedes ver la historia original AQUí.



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