Usted podrá pensar lo que quiera del presidente Donald Trump, pero hay algo que no puede negarse: la administración de Trump está dando cátedra de cómo se implementa un nuevo gobierno con una agenda política clara. Más aún, la velocidad con la que el presidente se está moviendo, está sorprendiendo aun a algunos de los principales partidarios de su agenda, que observan atónitos con sus bocas abiertas cómo políticas conservadoras que llevan años discutiéndose, y nadie se atrevía a implementar, están convirtiéndose en realidad.
“El lunes, golpeas, inundas el terreno. La segunda semana, inundarás el terreno”, dijo Stephen K. Bannon, el primer asesor en jefe de Trump durante su primera presidencia. “Está funcionando. Me asombra lo que están haciendo, y no está siendo cubierto porque es demasiado. Están abrumando el sistema”.
La implementación de su agenda política ha sido el fruto del trabajo que por años han llevado a cabo los grupos de expertos conservadores en los Estados Unidos como el Centro para la Renovación de América, liderado por Russell Vought, nominado para director de presupuesto, y el Instituto de Políticas América Primero, liderado por Brooke Rollins, nominada a secretaria de Agricultura. Pero el principal director de orquesta lo está siendo el chief of staff del presidente Trump, Stephen Miller.
La magnitud, la profundidad y el sentido de urgencia en poner a mover la rueda de la nueva administración tiene a todos asombrados. La prensa no sabe qué reportar, ni cómo. Los intentos de paralización de las órdenes ejecutivas en los tribunales están siendo recibidos con los brazos abiertos por la administración de Trump, que están preparados para probar sus argumentos ante los tribunales federales. Se la juegan en que, de obtener resultados positivos, van a darle aún más capacidad y poder a la Casa Blanca para seguir implementando cambios. Me parece que la oposición política va a tener que ser mucho más creativa y estratégica que simplemente acudir a los tribunales, pues el resultado en esa vía puede ser extremadamente peligroso para ellos.
Lo cierto es que, si el impulso de la administración Trump ha estremecido a muchos en los Estados Unidos, en Puerto Rico ha sido el vivo ejemplo del mítico gorila de 800 libras que ha puesto a mover las placas tectónicas de la fosa del norte, alineando a todos los puertorriqueños nuevamente a nuestra realidad política como pueblo.
La gobernadora estaba contentita en la Feria Internacional de Turismo (FITUR), bailando merengue, comiendo croquetas, pinchos de calamares, churros con chocolate y dándose un par de cañas; mientras el power couple Ferraiouli/Domenech cuidaban el feudo y Tommy manejaba a Waldi y los cabritos. De repente, alguien se le acercó al oído a la gobernadora y le habló de una orden ejecutiva firmada por Trump relacionada a la inmigración. Así como la proverbial expresión de “eso está bien lejos, por allá por China”, la gobernadora aseguró, con una seguridad pasmosa, que la orden nada tenía que ver con la comunidad dominicana en la isla, que eso era por allá en la frontera de México. Todavía la gobernadora disfrutaba de la noche madrileña cuando el gobierno federal estaba en Barrio Obrero interviniendo con inmigrantes dominicanos. Acabándose de bajar del avión, y con el jetlag encendido, la sorprende la orden ejecutiva congelando fondos federales con el objetivo de reevaluar su uso.
Nada, que Trump no duerme y la administración de la gobernadora todavía está trasnochada entre La Parguera y Madrid, sin la mitad de su gabinete, con solo tres proyectos de administración presentados en la Legislatura y fildiando pa’ tras con las órdenes ejecutivas presidenciales que ponen en ascuas el principal recurso de su administración: los fondos federales. A su vez, la prensa local crea la histeria, y la mayoría de la oposición política anda como gallina sin cabeza, pronunciando su asombro e indignación contra el troglodita de Trump por X, Facebook, radio y podcasts.
Mientras tanto, muy pocos articulan lo que debe ser la política local a implementarse para con la administración Trump desde Puerto Rico. Tenemos que dejar de quejarnos, hacernos las víctimas y entrar en histerias. Tenemos que ocuparnos en insertarnos en las avenidas que se van a abrir para el desarrollo económico, que siempre las hay, así como en la necesidad imperativa de buscar vías para ir rompiendo con la dependencia económica de fondos federales en la isla.
Si Trump triunfa en su agenda para con el gobierno federal, cuando termine su término, el gobierno federal será uno muy distinto al de hoy; y la relación de Puerto Rico con ese gobierno también. Le toca al liderato político de Puerto Rico lograr insertarnos y sacar el mayor provecho para nuestro pueblo. Es a nosotros a quien nos toca velar por nuestros intereses y lograrlos.
¡Adelante, con fe!