Mientras la vicepresidenta Kamala Harris hace campaña en los llamados swing states por entenderse que son estados que no necesariamente se inclinan efectivamente hacia uno u otro candidato a la presidencia, un buen observador del messaging político podría ver, en tiempo real, cómo esta va perfeccionando las líneas con las que hará campaña, temas que difieren marcadamente tanto en estilo como en sustancia de los que el presidente Biden había planteado.
Harris todavía tiene que tomar algunas decisiones estratégicas importantes. Pero, hasta ahora, su enfoque ha funcionado mejor de lo que la mayoría de los demócratas creían posible cuando Biden abandonó la carrera bajo presión hace menos de tres semanas.
Harris heredó una carrera que Biden estaba en camino de perder de manera decisiva. Ahora, lidera al expresidente Trump en la mayoría de las encuestas nacionales y está al menos empatada en encuestas recientes de los principales swing states, desde Arizona hasta Pensilvania.
Cada vez más, los votantes también creen que Harris puede ganar, una medida que, en el pasado, a veces ha demostrado ser más predictiva que las propias encuestas.
Desde octubre del año pasado, los votantes de toda la nación expresaban constantemente que esperaban que Trump ganara, según las encuestas semanales de YouGov para The Economist. Esta semana, por primera vez, la candidata demócrata tomó una ligera ventaja en esa medida, con un 40% expresando que Harris ganaría y un 38% prediciendo una victoria de Trump.
La popularidad de Harris también ha aumentado a un grado inesperado. Ciertamente, Harris no era popular antes de que Biden se retirara de la carrera; de hecho, había sido tildada como una figura insignificante por la poca relevancia que había tenido su ejecutoria como vicepresidenta. Es por eso que ha sorprendido la rapidez con la que han cambiado las opiniones de los votantes sobre Harris y cómo esto ha impactado los números en las encuestas.
Las dos grandes preguntas ahora son: si esos cambios representan un cambio permanente en la carrera o una luna de miel temporal, y si Harris sentirá la necesidad de tomar más medidas para fortalecer su posición contra los ataques republicanos.
Alguna parte del cambio en la carrera puede ser permanente simplemente por quién es Harris.
En febrero, cuando Nikki Haley perdió las primarias de New Hampshire ante Trump, predijo que el primer partido en retirar a su candidato de 80 años sería el partido que ganaría estas elecciones. Es posible que tuviera razón.
Pero más allá de la edad, los votantes demócratas se han visto energizados por el cambio de tono de Biden a Harris.
Antes de abandonar la carrera, la campaña de Biden sonaba como que el presidente quería revalidar meramente para acabar el trabajo que había empezado; en cierto sentido, daba la impresión de que la presidencia era un trabajo agotador y que Biden solo se mantenía en la carrera por cumplir con su deber de terminar el trabajo.
Por el contrario, el visible entusiasmo de Harris en sus apariciones se ha convertido, en sí mismo, en un tema de campaña. Ella y su compañero de papeleta, el gobernador de Minnesota, Tim Walz, se han apodado a sí mismos happy warriors, un apodo con un pedigrí demócrata que se remonta al menos a un siglo, al discurso de Franklin D. Roosevelt en la convención demócrata de 1924.
La respuesta de los votantes del partido se puede medir por las grandes multitudes atraídas a sus mítines, así como por las encuestas: la encuesta de Wisconsin encontró, por ejemplo, que la proporción de demócratas que dijeron estar muy entusiasmados con votar había aumentado del 40%, en mayo, al 62% ahora, borrando una brecha con los republicanos.
Además de los cambios en el estilo y el efecto, Harris también ha ofrecido a los votantes un argumento significativamente diferente para la elección que el de Biden. Biden enmarcó su revancha contra el expresidente Trump en torno a una frase muy repetida: una “batalla por el alma de Estados Unidos”. Con frecuencia, hablaba de la amenaza que, según él, Trump representaba para “los cimientos mismos de nuestra república”.
Harris toca esos temas en sus mítines de campaña, recordando al público que Trump dijo que actuaría como un “dictador” desde el día uno. Pero, en sus discursos, rápidamente se aleja de este tema para hacer énfasis en que su campaña no se trata solo de los demócratas contra Donald Trump, sino que trata de dos visiones muy diferentes… uno centrado en el futuro, el otro, centrado en el pasado.
Ese es un tema poderoso en la política estadounidense: candidatos tan diversos como John F. Kennedy, Ronald Reagan y Barack Obama han tenido éxito al abrazar aspiraciones optimistas hacia el futuro. El marco del futuro contra el pasado puede ser especialmente efectivo contra Trump, quien a menudo parece obsesionado con reclamar el alegado robo de las elecciones de 2020.
Harris ha utilizado el contraste de manera efectiva. Su lema, “We’re not going back”, se ha convertido en una de las líneas más poderosas en los mítines demócratas. En lugar de la idea abstracta del “alma de la nación”, los discursos y anuncios de campaña de Harris se han centrado en un conjunto concreto de temas relacionados con la vida cotidiana, incluida la reducción de los precios de alquiler y los medicamentos, la defensa del Affordable Care Act y la protección del derecho al aborto.
El enfoque en la ley de salud es especialmente notable porque completa la transformación de Obamacare de un gran lastre para los demócratas en sus primeros años a una base de sus campañas en la actualidad.
Su enfoque de la inflación, por su parte, ofrece uno de los contrastes más marcados con Biden. El presidente se sintió obligado a defender el historial económico de su administración; Harris lo supera sin problemas. En contraste, Harris ha dejado claro que, si bien la economía va bien en muchos aspectos, los precios de las cosas cotidianas, como los comestibles, siguen siendo demasiado altos. Es por esto que, cada vez que tiene una oportunidad, reitera que cuando sea presidenta, será una prioridad desde el primer día luchar para bajar los precios.
Los republicanos, por supuesto, no van a permitir que Harris se aleje sin oposición al historial de la administración. El senador de Ohio JD Vance, el candidato republicano a la vicepresidencia, ahora se refiere rutinariamente a la “administración Harris” cuando habla de la actual Casa Blanca, borrando a Biden del panorama por completo.
El ataque republicano se ha centrado en el argumento de que Harris es una “peligrosa radical de California”. Con su elección de Walz como su compañero de papeleta, el Partido Republicano ahora lo ha agregado a esa categoría. Hasta la fecha, esos ataques no parecen haber ganado mucha tracción; si lo hubieran hecho, la proporción de votantes con una opinión favorable de Harris no estaría aumentando. Pero se puede esperar que el Partido Republicano intensifique sus esfuerzos en las próximas semanas.
Eso significa que Harris todavía tiene que tomar algunas decisiones estratégicas importantes, especialmente en torno a los aspectos de su historial como fiscal que debe enfatizar. Esa parte de su currículum ha sido políticamente complicada para Harris debido al escepticismo de la izquierda del Partido Demócrata hacia la aplicación de la ley. Pero un historial como luchador contra el crimen ha demostrado ser un activo para las figuras políticas en Estados Unidos durante décadas, especialmente para los liberales bajo el fuego de los oponentes conservadores.
Hasta ahora, en sus mítines, Harris ha hablado principalmente de su experiencia encausando a los grandes bancos y enjuiciando el fraude de cuello blanco. Por lo tanto, fue notable que un nuevo anuncio que la campaña lanzó recientemente, dirigido a los votantes latinos, declarara que “como fiscal, ella nos protegió contra los criminales violentos”.
Cuánto enfatizar ese tema para un público más amplio será una de las decisiones clave que Harris tendrá que tomar entre ahora y la convención demócrata, que comenzará la semana entrante.